En el momento que iba a dar alcance a su pieza, Urich notó un chasquido que venía de su pecho. Asustado paró en medio de la espesura. Sólo se escuchaba el trote del jabalí alejándose y un tableteo que provenía de su corazón. Enseguida se arranco un trozo de la pelliza de piel que le recubría y allí estaba, más fuerte que nunca, el latido que le anunciaba que se había enamorado.
martes, 23 de marzo de 2010
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